Abuelos y ancestros, fuentes inagotables de amor y de sabiduría

El aporte a la construcción de un mejor país con base en la experiencia y sabiduría acumuladas a través del tiempo, representan el mejor potencial y riqueza de las personas de la tercera edad. En Guatemala y otros países, se celebra cada 26 de julio el Día de los Abuelos, una fecha conmemorativa para honrar las características, bondades y sabiduría que representan los ancianos y personas en esta etapa de la vida.
La relación que se tiene con los diversos componentes de una sociedad y las creencias y prácticas que se generan acerca de los recién nacidos, los niños, los jóvenes, los adultos y los ancianos es algo cultural que se transmite de generación en generación. Cada cultura tiene también sus creencias referentes a la muerte y lo que ocurre con los seres queridos después de su partida.
Cada grupo humano desarrolla relaciones con su familia inmediata, familia extensa y con el resto de personas que lo rodean en su comunidad, sean estas consanguíneas o no, van estableciendo patrones de conducta que determinan el papel de cada grupo dentro de la sociedad.
Lo que constituye una realidad para todas las culturas es que lo antiguo y lo ancestral posee carácter sagrado, así como cualquier objeto o persona así cualificados. El solo hecho de envejecer, de haber vivido mucho más tiempo, de tener experiencia y de haber sorteado las dificultades y vicisitudes de la vida, le confieren a las personas de edad avanzada un lugar especial.
La vida tiene su ciclo y el pasar del tiempo trae consigo modificaciones y transformaciones en los seres vivos. Los años dejan huellas, pero también experiencias y es por ello que las personas mayores gozan de respeto y se les considera poseedores de sabiduría.
En la antigua Grecia, los presbytai, los ancianos, eran los sabios y los guías. En China se les honra desde siempre porque prefiguran la longevidad, un gran cúmulo de experiencias y de reflexión, y los consideran una imagen imperfecta de la inmortalidad. Entre los antiguos mayas, los ancianos gozaban de gran prestigio y respeto. La expectativa de vida antes era mucho menor que la actual, pero se cuenta con varias inscripciones que mencionan con vehemencia cuando un gobernante estaba en su tercer katún (40-60 años de edad) pues era poco frecuente llegar y sobrepasar los 60 años de vida.
El culto a los ancestros es práctica común en varias religiones y culturas del mundo y está basado en la creencia de que los miembros muertos de la familia tienen una nueva existencia, se interesan por los asuntos del grupo y poseen la habilidad para influir en la suerte de los vivos. Para muchos, los seres queridos nunca se van del todo, nos acompañan, nos protegen y permanecen a nuestro lado de alguna manera. El culto a los ancestros tiene una función social, la cual radica en cultivar ciertos valores, como la lealtad a la familia y la continuidad del linaje; es un mecanismo de identidad y de identificación con un grupo determinado.
Entre los antiguos mayas también se encuentra este culto con sus propias particularidades. En Palenque, gracias a la construcción y al descubrimiento de la enorme cripta funeraria de K’inich Janaab’ Pakal, en el interior del Templo de las Inscripciones, sabemos que, al morir, el gobernante fue representado como el dios del maíz en la lápida que cubre su cripta, lo que demuestra el propósito de divinizarlo.
El dios del maíz está ligado con la creación del hombre, pero también con los abuelos, los ancestros. Para hacer al hombre, los dioses usaron masa amarilla y masa blanca de maíz y con ella formaron el cuerpo y lo fortalecieron poniéndole carrizos por dentro. De acuerdo con el Popol Vuh, Ixmukané fue quien formó a los Hombres de Maíz, los Hallach Winic, los hombres verdaderos, mezclando varias clases de estos granos. Ixmucané (ixim maíz; xtan, dueña) “la dueña del maíz”, es la madre de Hun Hunahpú, llamado Hun Nal Ye en la época prehispánica (nombre del dios del maíz).
También es la abuela de los dioses gemelos Hunahpú e Ixbalanqué, hijos de Hun Hunahpú con la doncella virgen Ixquic, que es la diosa madre. Ixmucané e Ixpiyacoc son los dioses creadores, la Abuela y el Abuelo respectivamente. Llamados dos veces abuela, dos veces abuelo en las historias quichés.
A nivel simbólico, lo viejo y antiguo no es lo caduco sino lo persistente, lo durable, lo que participa de lo eterno. Los abuelos son sabios, nuestros guías, los que dieron vida a nuestros padres para que, a su vez, ellos pudieran darnos la vida a nosotros. Son los que perpetúan la tradición pasándola de generación en generación.
Los abuelos son figuras protectoras, confiables, cariñosas, divertidas y sabias que nos dan su tiempo y su amor de manera constante e incondicional. Sus experiencias, anécdotas, ocurrencias y todo lo que han vivido se conecta directamente con lo que somos cada uno de nosotros. Es un privilegio tener abuelos o haberlos conocido y la oportunidad de convivir con ellos.
A todos los abuelos del mundo: gracias por estar presentes en nuestras vidas, gracias por ese amor y por ese ejemplo y sobre todo, gracias por ser el vínculo con los abuelos de los abuelos de sus abuelos, en esta línea interminable de ancestros que nos lleva a conectarnos con nuestros orígenes.
Fuente: Liwy Grazioso, Directora Museo Miraflores


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