Estamos predestinados a tener que abrazarnos, si en verdad queremos confluir en los valores que construyen el proceder en común, con la única fuerza química que todos llevamos consigo, y que no es otra que la del amor. Hasta el mismo espíritu del universo, con su tabla periódica de elementos varios, nos descubre esa unidad armónica en la que se aglutinan sensaciones verdaderamente asombrosas, que nos hacen repensar sobre nuestro futuro como especie pensante; un porvenir que va a depender de nuestras acciones conjuntas, pero también de nuestras opciones morales colectivas. Ciertamente, todas las culturas hemos de poner los recursos de la mente, tanto la energía intelectual como la espiritual, al servicio de nuestra historia, sabiendo que activando un mundo más humano, es posible corregir situaciones de injusticia y aplacar los conflictos. Degradarse como linaje conlleva perder nuestra propia identidad, olvidarse de los valores primarios que nos consagran y dignifican, ha...