La ceguera humana
Es hora de ponerse en ejercicio. Ahora bien, necesitamos de otros
lenguajes más fraternos para poder seguir adelante con buen espíritu y mejor
actitud, lo que requiere otros cultivos menos confusos y más sabios, injertados
quizás por la brisa de la comprensión y de la cercanía. Lo importante es que
cada cual, pueda sentir que es algo en este caminar diario y que se gana sus
andares con la ética de su cotidiano trabajo. No importa la lucha, lo
verdaderamente culminante es renacer, considerarse parte de la vida, imaginar
otro mundo más humano, concebir otro aliento no tan murmurador y prudente. A
propósito, me quedo con la lección de las comunidades siniestradas por el paso
del ciclón Idai en Mozambique. El titular de la ONU, con gran acierto,
destacaba precisamente ese coraje que todos llevamos consigo a poco que lo
pongamos en práctica: la determinación de los niños de seguir en las escuelas
sin techo, de las mujeres que continúan trabajando en el campo sin herramientas
ni tierra y de la población en general, que sigue más allá pese a lo
acontecido, a la gran destrucción de sus medios de vida por los meteoros de
marzo y abril pasados. Sin duda, es significativa esta reflexión para poder
avanzar solidariamente, al tiempo que nos ayuda a crecer, a dar significación a
todo lo que nos rodea. Esto es lo que en realidad nos hace cambiar y tomar
otros rumbos más respetuosos con toda vida. Justamente, también la cognición ha
de clarificarse asiduamente, porque su ceguera
ética, que emana de la preponderancia del logro y del dominio que la
encandilan, es un riesgo que nunca se puede evitar completamente.
En consecuencia, a
lo largo de nuestro camino, tenemos tantas escenas para recordar, que es
sustancial hallar tiempo para experimentar que aún continuamos siendo dueños de
nuestra propia existencia. No es cuestión de mirar hacia atrás, sino de
proseguir el camino del aire, o sea, el de la libertad. Tampoco hay que tener
miedo, hemos de ser valientes en nuestra debilidad, pues aunque el Ártico arda
en llamas y las Américas estén amenazadas por el calor y las inundaciones,
Europa se corrompa, África sea un continente sin perspectiva de futuro y el Sur
de Asia albergue la mayor proporción de pobres, siempre nos quedará la
fortaleza de poder abrazarnos y compartir. Ahí radica el levantamiento de un
linaje, cuya primera actitud ha de ser la de respetarse. Lo esencial no es
verse en el camino recorrido, sino en regenerarse en un nuevo horizonte que nos
dignifique a todos por igual. No seamos ingenuos ni personas tibias, seamos
aduces, animosos. Al fin y al cabo, lo valioso no son los títulos conseguidos o
el poder acumulado, sino la realización de la persona como tal.
Desafortunadamente, los sistemas de educación y formación existentes
actualmente en el planeta, tampoco suelen responder a las necesidades de
aprendizaje para la vida, y así una gran cantidad de jóvenes con resultados
académicos y formación relevante, resulta que luego carecen de valores (perturbación
interna) y, por consiguiente, apenas saben convivir con sus análogos. Lo
importante siempre es ver más allá de nuestro distintivo mundo, tantas veces
afanado por el lucro y la alucinación ideológica.
Sea como fuere,
nunca es tarde para corregir caminos andados y empezar con otras ilusiones. Lo
prioritario es no dejarse tentar por los fracasos, ni tampoco por los triunfalismos mundanos, es
mejor detenerse a escucharse, para después poder reavivarse por muy grande que
sea el desaliento y las vacilaciones. Fuera triunfalismos, la inmoral pasión humana.
No importan las frustraciones, cuando éstas te instan a explorar nuevos
horizontes. Sirva como testimonio, la siguiente panorámica: A casi un lustro de la adopción de los Objetivos de
Desarrollo Sostenible, que incluyeron el compromiso de los países a garantizar la educación primaria y secundaria
para todos los niños del mundo para 2030, los datos indican que, si no
se refuerzan los trabajos en esa área durante los próximos diez años, el mundo
se quedará en la derrota y la desigualdad de oportunidades educativas
persistirá. Habrá que reforzarse. También se dice, que el arte de vencer se
aprende en los reveses. La cuestión es rejuvenecer en nuevas ideas para que
mejoren las estrategias educativas. En cualquier caso, jamás demos por perdida
ninguna batalla. Pensemos en el encantamiento del orgullo, que nos endiosa
hasta volvernos míseros, al envolvernos por un cúmulo de miserias humanas. Pero
al fin, uno tiene que doblegarse porque nada es por sí mismo. Jamás olvidemos
esto. Porque aquello que se cree ofuscación del destino es en realidad miopía
propia. En última instancia, la recuperación de la ciudadanía, sólo puede venir
de un impulso reconciliador, de una fuerza de cambio en definitiva. Alimentarla
y hacerla resplandecer es tarea de todos los humanos. Está en juego el futuro
de los moradores. Manos al timón.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
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